Llegar a Santiago


Solo nos quedaban 22 km para llegar la catedral de Santiago. Un tramo corto en comparación con lo que habíamos caminado otros días.
Era un tramo para disfrutar, para ir despacio, para charlar con la gente, ¡el último esfuerzo!
Quería llegar a la misa del peregrino a las 12 am, asique madrugue como nunca.
5,20am puse el despertador, y 5,45 am, ya estaba lista para arrancar la caminata.
Era de noche cerrada,  y lloviznaba. Me puse mi capa para no mojarme, la linternita en la cabeza  y para  adelante, sin pensar.
La primera hora y media del camino fue de noche. Caminaba casi sola, porque pocos éramos los que arrancamos tan temprano. El sendero de este día fue en gran parte en el medio del bosque. Imaginen esta situación: Sola caminando bajo la lluvia en el medio de un bosque cerrado con gente caminando pero bastante lejos mío, de noche, con una linternita en la frente... Si yo tuviera que hacer esto mañana en mi vida diaria, no lo hago ni loca!, el miedo me paralizaría y no lo haría ni de casualidad.
Sin embargo... ¡el camino es mágico!. El primer día, Jesús me dijo: En el camino, nada malo te puede pasar, solo cosas buenas. Entonces me puse la capucha de mi capa, y sin pensarlo, me dispuse a atravesar el bosque. Tanto no pensé, que una vez de día, alguien me preguntó si había visto a las personas que dormian al costado del camino, que estaban algo borrachas, y pedian limosnas, por suerte no las vi, ni las ecuche, sino me hubiese muerto de miedo.
No paró de llover en todo el día, y además había mucha niebla, así nos despedía el camino, con un día tristón. El día feo no ayudo mucho a que pudiéramos disfrutar el trayecto ni a charlar con la gente., tal como me lo había planteado. De hecho casi todo el trayecto fue apurado y cabeza gacha....
Cuando llegamos a Monte de Gozo, a unos 8 km antes de llegar a Santiago, me rencontré con mis amigos Españoles, que estuvo genial porque pudimos hacer el último tramo juntos. Desde Monte de Gozo, si tenes suerte, podes ver la catedral de Santiago por primera vez. Pero la niebla y lluvia, no nos dejó tener ese primer panorama, tendríamos que esperar un poco más para poder ver nuestro destino.
Pocos km después de Monte de Gozo llegas, a Santiago. Ojo, llegas  a la ciudad, pero para la catedral, falta, falta, falta...
Llegar a Santiago y como llegar a la civilización a la modernidad.
Calles asfaltadas, Boulevard de entrada, colectivos por todas partes, gente, mucha gente... Distinto a lo que nos había pasado en otros destinos, donde los pueblos eran bien chiquitos, con poca gente que los habitaban, de hecho parecían localidades inventadas para poder alojar a los peregrinos y nada más que eso.
Para llegar a la catedral, tenes que atravesar toda la ciudad, por momento se hace eterno este tramo final.  Me acuerdo de haber preguntado más de una vez a la gente que me cruzaba si faltaba mucho y me contestaban: ¡Estas en Santiago, ya no falta nada!, sin embargo, para mi fue una eternidad...
¡Finalmente llegamos!, me habían recomendado no perderme este momento. Llegar, acostarme en el obradoiro frente a la catedral, y quedarme tirada allí un rato largo pensando en todo lo vivido en estos días.
Como llovía, decidí ir al hotel, bañarme ponerme ropa seca (tenía frio y estaba empapada).  Acá perdí a mis españoles otra vez, no me preocupo, la tecnología haría que nos volvamos a encontrar otra vez. Estaba jugadisima de tiempo asique fui a la misa del peregrino 12 am.  Una de las misas más emocionantes que fui en mi vida. La catedral estaba repleta de gente, y en muchos de ellos, podía palparse una emoción linda de ver como espectador, tal vez por ser peregrinos al igual que yo, o por estar viendo en vivo y en directo en acción al botafumerigo, que es una cosa impresionante, o vaya a saber bien porque...
Después me fui a buscar la famosa Compostela, el certificado de la victoria que después de una larga cola, llegue a tramitarla. Cuando me la dieron cual medalla de honor, me dieron  un abrazo  que me aflojo las piernas una vez más...  Almorcé en la esquina de mi hotel, en un bolichon que atendía una viejita  que no lo podías creer. Esa típica española de películas, con pañuelito en la cabeza, que siempre esta protestando por algo,  y que quería que comiera lo que ellos estaban almorzando  y no lo que yo en verdad quería comer. Finalmente comí  sopa de porotos, bife a la criolla, y una tarta Santiago de postre, obviamente ese era el menú que ella estaba comiendo.
Comida, bañada y con la Compostela en mi poder, me fui a dormir una siestita reparadora.
La noche de Santiago, era una fiesta. Cada vez que nos encontrábamos  celebrando con alguien con los que habíamos compartido un par de días, un tramo, horas, o un momento, nos dábamos un abrazo lleno de alegría. A mi me pasaba que me llenaba de alegría ver al que le había costado un peru llegar en Santiago, tomándose la cervecita de la victoria, y podía sentir que al otro le pasaba lo mismo cuando me veía a mí.
Es tradición  en Santiago hacer un recorrido de bares apodado Paris - Dackar por lo que allí fuimos. Se llama así, porque es una calle llena  de bares que empieza en un bar que se llama Paris, y termina en un bar que se llama Dackar. Cuenta la leyenda que hay que entrar en cada uno de los bares y tomar algo  para hacer un buen festejo.  Yo en el 3 bar, ya quería abandonar la ronda de bares e irme a dormir, asique en la tercer cerveza, les decía: -  Bueno esta es mi última!, y a coro todos me repetían - Nunca se dice la última, se dice la anteúltima!!!!, asique terminé tomando dos más...
Fue una noche lindísima, llena de alegría y de mucha emoción.
Al día siguiente Anita y Marc  pegaban la vuelta no nos quedaba otra que despedirnos asique sin pensarlo mucho los acompañe hasta el colectivo que los llevaba al aeropuerto  con la esperanza de algún día volver a verlos.
Cuando volvía rumbo a mi hotel, me encontré con Julia y José, un matrimonio que me habían auxiliado un día y quienes me parecían un ejemplo a seguir. El, todo el tiempo cuidaba a su mujer,  le mostraba por donde tenía que caminar, siempre era el que que se ocupaba del almuerzo, de mimarla, de cuidarla y guiarla.  Cuando nos encontramos con una sonrisa gigante me dijeron: - Que suerte que te encontramos!, no queríamos irnos sin despedirnos de vos! vení, vamos a tomar un café a esta pastelería que nos recomendaron que tiene unas cosas riquísimas!
Yo me acababa de tomar un café, pero obviamente a tremenda invitación, no pude resistirme.
En ese café, me contaron porque ellos habían ido a hacer el camino. Julia, se estaba quedando ciega, de hecho casi no veía nada. En el camino, José siempre iba adelante de ella guiándola, le indicaba donde había un pozo o donde una piedra, y en donde el camino se volvía peligroso, Julia se colgaba de la mochila de Jose (tenía una barra para ello) y el la llevaba. Hicieron casi 800 Km así. No podía dejar de admirarlos. El camino es difícil siendo joven y sin dificultades físicas, me imagino lo difícil que será siendo casi ciega y con alguien a cuesta por momentos...
Esta historia coronó mi viaje, y no hubiese sido lo mismo pasar por el camino sin escuchar esta historia, que me llevo de una manera muy especial de recuerdo.
Fuimos a comer  con Carmen y Víctor y nos despedimos con un abrazo muy lindo, y con la cervecita respectiva.
A mí me había quedado pendiente ir a  obradeiro tal como me lo habían recomendado, y como comimos temprano y acá obscurece muy tarde, fui.
Era una noche lindísima, a pleno sol, se escuchaba música por todas partes, gente dando vueltas por todos lados, y allí me quede hasta que se hizo de noche, definitivamente un momento para no perderte...




2 comentarios:

  1. Debo confesarte que tus relatos me han hecho considerar hacer el camino alguna vez en la vida. Por lo que leí, no es necesario ir en grupo porque siempre encuentras personas en el recorrido.

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  2. Gabriala, no te lo pierdas, es una experiencia única!

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